Herencia


Si hablamos de herencia, tengo la pasión y la dedicación de mi abuela materna, son pocos los recuerdos junto a ella, porque se fue de viaje eterno cuando yo apenas tenía cuatro años, pero dejo mágicamente en mi un gran legado: Cocinar. Ella estudio con Petrona Carrizo de Gandulfo más conocida como “Doña Petrona”. Mi abuela se pasaba todo el día cocinando, en ese momento en la casa de mi madre se comía un entrante un principal y un postre, luego el café con alguna torta o tarta que mi abuela hacía, por supuesto todos los días. El momento del café, era un momento donde ya los niños no querían participar ya que en esa época solo hablan en la mesa los adultos, pero mi madre cuenta que se quedaba esperando las delicias dulces de mi abuela, sin importarle nada. Todo el mundo que tuvo el placer de probar algún delicioso plato de Porota (mi abuela) solo tienen elogios. Bueno de solo imaginarlo me emociona. Me hubiera encantado compartir con ella. La vida me demostró que, a pesar de no haber compartido tantos momentos, la tengo súper presente en cada receta, en cada amasada, en cada preparación. Ella está conmigo, seguramente soplándome secretos al oído. Mi abuela no era de sangre, mi madre es adoptada, pero eso no importo al momento de trasmitirme todo su amor, pasión y dedicación. No compartiremos sangre, pero nuestro gran amor es el mismo: LA COCINA. Ella era una mujer que rompía con las reglas, se capacitaba todo el tiempo, súper independiente, llevaba las financias del hogar, andaba a caballo, era maestra de grado, le gustaba viajar. Todo esto en los años 30´ cuando la mayoría de las mujeres eran diferente a ella. Claramente eso la alentaba aún para diferenciarse más. Ella buscaba su libertad su independencia, ella había nacido para brillar, para emocionarse con el viento en la cara, para sentir que tenía alas y podía hasta volar si se lo proponía. Porota dejo un poquito de ella en cada persona que probo su comida. Ella paso casi toda su vida en la cocina, agasajando, alimentando, una mujer súper generosa.
En fin, más de una vez termine un despacho, cansada, saturada, pero salía afuera y miraba al cielo, buscándola en la estrella más brillante y agradeciéndole por toda la magia que me dejo. La extraño, me aferro a los pocos recuerdos, a las fotos que vi,a las historias que me contaron de ella, donde me siento súper identificada. Me aferro a su libro de Doña Petrona que hoy está en mis manos. Tiene manchas de aceite, en algunas hojas, hay papeles escritos a mano por mi abuela, hay recetas sueltas, claramente lo uso.  
Lo nuestro fue, es y será siempre mágico. No nos unió la sangre, nos unió el amor, la dedicación, la pasión, el sentimiento de libertad. Nos unió la gastronomía. “La sangre nos hace parientes, pero la lealtad nos convierte en familia”.  A mi abuela “Porota” con todo mi amor.







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