Mujeres en la cocina
Mis
manos son más pequeñas, pero mis ganas son inmensas. Mis piernas más cortas,
pero siento una pasión inenarrable. Tengo los pulmones y el corazón
más pequeño, pero se expanden con cada textura, con cada sabor, con cada olor.
Mi piel es más finita más delicada que la tuya, pero está marcada, cortada,
quemada como la de cualquier cocinero. Dicen que el cerebro de un hombre tiene
un %4 más de células y 100 gramos más de tejido, eso no es un freno para
nosotras las cocineras. Es un rubro hostil, donde nosotras tenemos días donde
estamos más sensibles más vulnerables; con dolores físicos agudos por una cuestión
básicamente de la naturaleza, sin embargo, ahí estamos levantando ollas,
cortando vegetales, depostando animales, horneando panes, entre otros, en la
mise en place, hombro a hombro con nuestros colegas. Dejando cada dolor de lado
para cumplir con lo que se nos exige. Tenemos diferencias en el comportamiento
ustedes son más agresivos, nosotras expresamos nuestras emociones con más
facilidad. Por otro lado, los
niveles de ciertas hormonas femeninas van cambiando a lo largo del periodo
menstrual y por eso nuestros estados de ánimo pueden ser muy variables también,
especialmente durante el conocido síndrome premenstrual. Claramente no es algo
que se elige, es lo que nos toca. Sus
huesos y su masa corporal son más grande que la nuestra, quizás por eso hay
cosas que nos cueste levantar o manipular, no es un capricho ni una cuestión de
actitud.
No entiendo porque a veces se discrimina,
ambos sexos pueden estar y complementarse en una cocina. Nos duele, nos
desanima, nos enoja, nos lastima las diferencias. Al final somos lo mismo,
seres humanos apasionados por los fuegos. No somos ni mejores ni peores, somos
iguales y repito, podemos complementarnos y ayudarnos.
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