ESTADOS

Estar en una cocina nos empuja a sentir cientos de cosas. A pasar por muchos estados sin elegir cual, ni el momento. Simplemente te pasa. Podes pasar de la alegría a la emoción, de la frustración al mayor pico de adrenalina de tus últimos tiempos. Estas conforme y al segundo estas tan, pero tan mal que sentís que ese puede ser tu último servicio.
Y así estamos, todo el tiempo sin dejarnos de mover y sin dejar de sentir.
Te sentís seguro en ese lugar, te gusta es lo que realmente querés, pero pasa una milésima de segundo y comienza un dolor agudo desde la planta del pie hasta la cadera, y claro, si hace diez horas estas parado. Otra vez la duda, te enoja, estas ahí sintiéndote mal. Tenes ganas de irte; y allá a lo lejos viene la moza con una comanda, suficiente para dejar el dolor de lado y seguir con tu trabajo. Estados, montaña rusa de sensaciones a cada instante. Incógnitas, un par de pequeños accidentes y ya nos planteamos toda la profesión en un minuto. El chef te llama la atención y de lo bien que estabas pasas a sentirte un trapo de piso. Estados, que suben y bajan.

Siendo cocinero/a es casi imposible que no cambies de estado con cada situación, al ritmo de tus pulsaciones. No se elige, pasa, fluye. 


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